Meses después, desperté con una confusión similar. Tome mi reloj, 9:37 del 18 de noviembre del 2010. Me levante la manga de la blusa que tenía puesta, me descubrí otro moretón, no era morado, ni verde, era amarillo. Cuando lo vi sentí vergüenza, no quería que nadie lo viera, deseaba que se esfumara lo más pronto posible. Entonces descubrí que ningún moretón iba a ser como mi moretón del veintinueve de agosto del dos mil diez pero por más que lo deseara sabía que no regresaría. Es de esas marcas que llegan, se quedan por unos días, y después no dejan ni rastro que estuvieron en ti.
jueves, 27 de octubre de 2011
The morning after
Desperté confundida, como de costumbre busque mi reloj, once cincuenta y cinco del veintinueve de agosto del dos mil diez. Aún acostada en mi cama repase lo ocurrido. Levante rápidamente mi pantalón, hasta un poco más arriba de mi rodilla, y sonreí. Ahí estaba esa pequeña mancha morada en mi muslo derecho que llaman moretón, en aquél instante sólo sentí como aumentaban los latidos de mi corazón y solté un grito de emoción. Por la siguiente semana lo vestí con orgullo, hubiera querido que todos lo vieran, colgarlo en un collar. Me gustaba verlo pasar de morado a verde, de verde a amarillo, y finalmente desaparecer entre mi color de piel. Me gustaría que se hubiera quedado para siempre plasmado en mí pero algún día tenía que desaparecer.
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